La Virgen del Rosario

En el Museo del Prado, en una de sus múltiples esquinas, en una de sus multiples paredes, dos pares de ojos se te quedan mirando intensamente.
La Virgen y el Niño se abrazan, como si les hubieramos pillado en plena intimidad, sin que nadie les molestara. En el momento que el que Ella le mirababa, colocándolo a la altura de sus ojos, de pie, aunque sus piernecitas no se mantienen aún firmes, nosotros hemos entrado.
Y aunque nos hemos entrometido, y su mirada parece seria, no nos están echando. Ya nos han hecho parte de Ellos, y no quieren que nos vayamos. Quieren que nos quedemos a hacer carantoñas y juegos al Niño, que hablemos despreocupadamente con la Madre, que estemos un rato con ellos... Las tardes en el Prado merecen la pena por pasar un rato con Ellos.

La Virgen del Rosario, de Bartolomé Murillo (1650-1655)

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